martes, 31 de diciembre de 2013

Beautiful Melody Capítulo 20. Final.






1 año y 8 meses después.
    
     " Síii  perdón perdónnnn! Siento tardar tanto en responderte , no tengo excusa. Aunque te contaré lo que he estado haciendo para intentar que te compadezcas de mi ...
     Para empezar, Lambert está más creativo que nunca. Organiza visitas a la galería, clases y cursillos especiales, exposiciones, cenas, reuniones... Y claro, ya sabes que todo eso me toca currarmelo a mi. Paso en esta oficina prácticamente toda la mañana. Aunque en fin, lo hago encantada nada más que por la increíble recompensa de recibir clases particulares por las tardes. Ahora tenía un ratito de descanso y estaba leyendo uno de los infinitos libros que me ha prestado para que además de saber pintar con las manos sepa "Pintar con los ojos". No me he puesto filosófica, es que el libro se llama así...
     ¿Recuerdas el incendio que hubo frente a mi casa? Pues han decidido tirar el edificio y reconstruirlo desde cero y no hay quien se concentre ni pare por casa. No era suficiente con tener al otro lado la autopista, ahora además obras todo el día. Odio este sitio. Estaba mucho mejor en  el piso de Montmartre. Hace poco le dije a Lambert que estaba pensando en mudarme de nuevo y volver, pero si lo hacía perdería mucho más tiempo en  ir y volver de la galería. Y además, la habitación que ocupaba en la casa de la señora Marie Claire ya había sido ocupada. Por cierto, ¿te acuerdas de Alfred? Tampoco vive ya allí, le han cogido de residente en un hospital de no se dónde y se ha ido de la ciudad. No se despidió... Pero bueno, nunca tuvimos mucha relación. Y Oliver y Jacqueline... Creo que están juntos. Tal vez son solo imaginaciones mías, pero les noto algo raro cuando estamos los tres. Así que puedes descartar totalmente esa tonta idea que tenías de que Oliver estaba enamorado de mi.
     Cambiando de tema, hace poco fui a la oficina de correos para mandarte los dibujos que me pediste. Están firmados  eh! Así que no los vendas por ahí... dentro de poco se revalorizaran!! Jajajaja
     La semana pasada tuve otra cena con Lambert y sus amigos. La mayoría son también artistas y gente "del mundillo", por eso me lleva con él, y no es que siga sintiéndome igual de incómoda que las primeras veces, pero... no deja de serme raro. Hablando del rey de Roma... Creo que me llama, espera."
     Hugo entró en la oficina antes de que yo saliera mientras se guardaba el móvil en el bolsillo interior de la chaqueta.
-¿Me has llamado?
-Sí sí. ¿Tienes planes para mañana?
-Venir a clase, como siempre. ¿Es viernes no?
-Pues cambio de planes. No vendrás ni por la mañana ni por la tarde. En cambio pasaré por tu casa a las 7 en punto para recogerte.
-Ah... ¿Y dónde vamos?¿Otra cena con...?
-No. Habrá cena, pero más tarde.-dijo sin darme tiempo de terminar la pregunta. Lambert era una persona muy animada y activa, pero esa mañana parecía que había triplicado su dósis de cafeína.
-¿Entonces?
-Iremos al "7ª Avenida", ya es hora de que anuncie tu primera exposición.
     Salió de la oficina con una sonrisa, dejandome petrificada y analizando eso último. Después de unos segundos lo encajé y salí corriendo tras él.
-¿Cómo...cómo has dicho?
-¿Quién te has dicho que puedes tutearme? Te digo que vas a tener tu primera exposición y ya te crees capaz de hablarme de igual a igual...-Me llevé una mano a la boca cuando me dí cuenta de que lo había hecho. Él siempre me había pedido que le tutease,pero como yo rara vez lo hacía tal vez se había acostumbrado a ello...-Iune, es broma... Sólo te tomaba el pelo. A ver... ¿Cuanto tiempo llevas estudiando conmigo?
-Un año y medio.
-Exacto. Durante este tiempo me has acompañado prácticamente a todos los sitios. Has pasado en esta galería más tiempo que en tu casa, has cenado conmigo y mis colegas más que con los tuyos, te has empapado bien de la cultura y la historia de la pintura. Has avanzado a pasos de gigante. Te lo dije el primer día que viniste aquí a tomar clases, me llamaste la atención por tu avanzada técnica y tu talento, pero ahora además de talento veo arte. Y quiero que todo el mundo lo vea.
-Usted... ¿Cree de verdad que estoy preparada?
-Nunca doy pasos en falso, Iune.-dijo poniéndome ambas manos sobre los hombros.-Estoy completamente seguro de que vas a triunfar. Venga, vete a casa anda. Y tómate también esta tarde de descanso.
     Me guiñó un ojo y se dio la vuelta para irse. Volví a la oficina y el ordenador encendido me recordó que estaba mandandole un correo a JanHee y tecleé aún sin conectar del todo bien los cables en mi cabeza.
     "JanHee, tengo una noticia increíble. Lambert me acaba de decir que  voy a tener  mi primera exposición. Aún no tengo muchos más detalles, estoy en shock, no me lo creo. Ha pasado muy poco tiempo , él dice que estoy preparada pero... yo tengo miedo. No sé si me atrevo. Cuando sepa más cosas te iré contando, tal vez puedas venir... No me gustaría estar sola.
     Hablamos pronto, ¿vale? Muchos besos."

     Decidimos hacer la exposición en un mes más, aprovechando el 15º aniversario de la apertura de la galería, y los preparativos para la serie de actos del aniversario extrañamente fue lo que menos tiempo me ocupó. Tuve qué pensar qué cuadros quería exponer. Lambert me ayudó a elegir los mejores y a darme ideas y nociones para que intentase hacer alguno más.
     El día de antes de la exposición Lambert tuvo que acompañarme a casa e incluso hacerme algo de cenar ya que yo apenas me tenía en pie por culpa de los nervios. Hacía tiempo que Hugo no venía a mi casa, así que mientras yo cenaba, ya que él no quiso, se dedicó a pasear por la habitación que había dejado como estudio. Pasaron un par de minutos hasta que reaccioné y dejé caer el tenedor sobre el plato a la vez que me levantaba e iba corriendo al cuarto. Pero ya era tarde. Lambert estaba de espaldas a mi con los brazos cruzados contemplando el cuadro que había intentado evitar que viera. Llevaba mucho tiempo entrando allí y sentándome frente al cuadro, sólo a mirarlo. Había dejado de perfeccionarlo y retocarlo después de darme cuenta de que ya no tenía arreglo. Pero no me había atrevido a tirarle. Fue el primero que empecé en Francia, y tal vez el que marcaba un antes y un después.

-A esto me refería, justo a esto me refería...-murmuró.-Iune es fantástico.-dijo dándose la vuelta sabiendo que estaba detrás suya.-¿Por qué no me lo has enseñado antes?
-Porque no tiene importancia.-fui hasta el cuadro y lo escondí detrás del armario en el que estaba. No se me ocurría otra forma de quitarle los ojos de encima.
-¿No tiene importancia? Es lo mejor que has hecho hasta ahora Iune.
-A mi no me gusta. Lo iba a tirar.-mentí centrando mi atención en el suelo.
-De eso nada.-Volvió a sacarlo y esta vez lo apoyó en la pared sujetándolo con sus propias manos para mirarlo de nuevo.- Es maravilloso. Mañana tiene que estar en la exposición.
-¿Qué?¡No!
-Iune cielo míralo bien.-me cogió del brazo y me puso frente al cuadro.-Eres tú. Todos los cuadros que has hecho hasta ahora tienen que ver con este... El mundo tiene que ver esto.
     Rehusé mirarlo durante unos segundos hasta que no pude más y necesité mirarlo. Podría sonar estúpido, pero había creado una relación con el cuadro de amor-odio, o más miedo que odio. Temía mirarlo y echarme a perder en el pasado de esas dos personas que de espaldas, con los cuerpos mezclados y fusionados, extendían sus brazos hacia el otro, rozándose tan solo con los dedos, sosteniendo y aguantando un último suspiro. Pero a la vez necesitaba ver esa silueta difuminada de hombre, con la cabeza ligeramente agachada, ojos cerrados, nariz pronunciada y perfecta, labios fruncidos y una mueca de dolor que partía en dos a la mujer, que se arrepentía a cada paso que daba de la distancia que dejaba.
-Tú mandas.-Dije antes de salir de la habitación, cuando no soporté seguir mirándolo.

     No podía mirarlo, pero fue lo primero que vi al entrar en la galería la tarde siguiente. Acoplado estrategicamente por Lambert entre dos columnas grises que actuaban como marco llamaba la atención en parte por su tamaño, bastante más grande que el resto.
     Cuando el reloj marcó las 7 en punto se abrieron las puertas al público y poco a poco fue llenándose. Lambert me había dado varias indicaciones y consejos de lo que debía hacer y como debía actuar, y para que no me resultase tan chocante estuvo conmigo la mayoría del tiempo mientras recibíamos y dábamos la bienvenida a los asistentes. Cuando la galería estuvo lo suficientemente llena di un breve discurso de introducción y agradecimiento primero a Lambert por su ayuda, y después al resto del público por asistir. Iba a despedirme cuando Lambert me recordó desde lejos con la mirada que me faltaba algo, e intentando que no se hubiese notado este fallo por nerviosismo, dije que estaría todo el tiempo en la exposición para aclarar cualquier duda o comentario. No tuve que moverme mucho de donde estaba, en seguida se me acercó un grupo de personas para felicitarme y presentarse. Y después de este grupo, vinieron muchos otros, hasta que ya creí haberme presentado a todo el mundo. Sabía que tenía que relacionarme de igual manera con los que conocía, como Oliver y Jacqueline que resultaron ser un buen punto de apoyo y referencia cuando necesitaba seguridad, como con los que acababa de conocer.
     En un momento de la tarde me quedé sola cuando Lambert me dejó para saludar a unos conocidos. Y vacilando en cada paso me acerqué al cuadro que llevaba atormentándome toda la tarde. Me puse frente a él y metí las manos en los bolsillos de la chaqueta blanca, dispuesta a enfrentarlo. No podía seguir así, sufriendo y estremeciéndome cada vez que recordaba el pasado. Por mucho que aún doliera, era ya lejano y no podía dejar que me afectase tanto. Me di la vuelta dispuesta a olvidarme del cuadro y su contenido cuando vi que unos zapatos paraban frente a mi. Subí la mirada dispuesta a esbozar una sonrisa de compromiso, pero mis labios se quedaron en el intento de componerla, y en su lugar se abrieron reteniendo un gemido.
     De repente el movimiento de alrededor pareció detenerse, quedarse borroso, insignificante. Changmin estaba frente a mi, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón beige, mirándome con expresión tranquila, todo lo contrario que yo. Podía haber llegado la noche mientras nuestras miradas se cruzaron y la mia por su cuenta revelaba demasiadas cosas ocultas por mucho tiempo. Seguí buscando sus ojos cuando los desvió por encima de mi cabeza hacia el cuadro observando cada línea y cada trazo. Yo ni podía ni quería apartar la mirada de él. Si esto era producto de mi imaginación y realmente no estaba aquí, cosa que no me extrañaba en absoluto, tenía que aprovecharlo. Retuve en mi mente sus brillantes ojos marrones y la casi imperceptible serena sonrisa que emanaba de sus labios. Apenas di importancia al notable cambio físico que había sufrido a causa del tiempo, a mi me parecía el mismo Changmin de años atrás.
     Los minutos seguían pasando y ninguno de los dos se movía, tan solo sus ojos se habían entrecerrado un poco al desviarlos del cuadro.
-Ya sé que es eso tan maravilloso de lo que estaban hablando por aquí.
     Era real. Su voz era real. Estaba aquí de verdad. Me llevé una mano a la boca esperando así contener los jadeos en los que se había convertido mi respiración. Aparté por primera vez mis ojos de él y busqué refugio en cualquier parte del suelo. Vi como alargaba uno de sus brazos hacia el que contenía mi respiración tirando suavemente hacia él, a lo que mi cuerpo respondió dando un suave tirón hacia atrás evitándolo. Pero él, tras esperar unos segundos volvió a intentarlo agarrándome esta vez la muñeca con toda la mano, y al acercarse también él mi respiración se topó con su cuello. Me rodeó la espalda con el mismo brazo y con el otro me sostuvo por la cabeza, esperándome.
     Cerré los ojos soltando todo el aire que fui capaz antes dejar caer la mano sobre la solapa de su camisa azul y alcé el otro brazo colocándolo temblorosamente sobre su cintura y arrugando en mi puño parte de la camisa. Me costó volver a respirar estando tan cerca de él de nuevo, cuando cerró más sus brazos en torno a mi cuerpo, cuando noté que descansaba sus labios sobre mi pelo durante unos segundos para después separarse lo suficiente para mirarme.
-Vamos a un sitio más tranquilo.
     Le miré con desconcierto, no quería separarme tan pronto, pero aún así acepté y nos soltamos para salir al desierto balcón.
     París se extendía ante nosotros con los últimos rayos de luz del día, mientras las farolas empezaban a iluminarse bajo los árboles de la calle de la galería. El aire fresco me sentó bien y me hizo despertar ligeramente del trance del que parecía no salir del todo. Fue Changmin quien rompió el silencio volviéndome a mirar.
-Creí que no podías ser más preciosa de lo que eras. Cuánto me equivocaba...
     Desvié la mirada por unos segundos e intenté conducir la conversación hacia otro punto.
-¿Qué haces aquí?
     Había imaginado muchas veces lo que le diría la primera vez que le viese después de tanto tiempo, y sin duda lo que acababa de decir no era nada parecido a lo planeado.
-No podía perderme esto.
-¿Cómo te has enterado?
-Me lo ha dicho un pequeño pajarito...
-JanHee...-respondí enseguida. Era la única con la que había hablado de esto.
-No estaría aquí de no ser por ella...-dijo afirmando con la cabeza.- Hasta ayer no supe nada de ti. Sé que tu padre también hablaba contigo, pero no sabía decirme nada exacto…
-Yo... no quería que nadie supiera dónde estaba.-dije apoyando las manos en la barandilla blanca de madera.
-Lo sé. Pero... no he podido resistirme a venir.
     Cogí y solté aire un par de veces en un intento de tranquilizarme.. Por una parte deseaba pasar por alto lo dañada que estaba nuestra relación, hacer como si nada y conversar como los chicos que éramos hacía unos años, pero por otra necesitaba saber qué hacía aquí, que quería de mi.
-Changmin yo...-hice una pausa para coger aire.- Vine aquí para ponernos las cosas más fáciles. Sé qué ha sido lo mejor para ti y que no me equivocaba. Así que por favor dime qué quieres por…
-¿A qué te refieres con que ha sido lo mejor para mi?-preguntó sin dejarme terminar.
-Pues que… sé que estás bien y que enseguida pasaste página, tal y como te dije que harías. Y lo entiendo, lo entiendo. No quiero que pienses que lo digo con resentimiento, al contrario, me alegro much…
-¿Pero de qué hablas? ¿Quién te ha dicho eso?
-Lo vi con mis propios ojos Changmin. En Deauville, hace poco más de año y medio.
     Pareció entender de qué estaba hablando y ladeó varias veces su cabeza.
-Recorrí mil veces el hotel buscándote después de leer la nota. ¿Qué te ibas porque estaba feliz? ¿Cómo podría estar feliz si hacía sólo dos meses que te habías ido?
-Pensé que esa chica...HyoSeun, tuvo algo que ver. Se os veía muy bien juntos.
-¿Nos viste...?-preguntó haciendo tambalear por primera vez su serenidad.
-Besandoos, sí.-respondí con una sonrisa amarga.-Iba a felicitarte por haber ganado el campeonato, pero ya lo estaba haciendo ella y yo... no quería molestarte. Habías rehecho tu vida y yo ya no pintaba nada ahí.
-YunHye estás equivocada, HyoSeun era una amiga y me besó por...
-No quiero saber más Changmin, de verdad, déjalo.
-¡Es que estás equivocada!-dijo subiendo la voz sin llegar a gritar.- HyoSeun no es nada, ¡fue un solo beso! No podría olvidarme de ti con un maldito beso.  
    Me quedé callada. No podía aceptar que durante estos años había estado equivocada y que todo podría haber sido distinto.
-Mira YunHye hace… casi dos años que no te veo-dijo controlando su respiración.-y lo último que me apetece hacer es hablar de eso. Mi vuelo a Corea sale mañana por la mañana, hasta entonces estaré en el hotel “Volitius”. Que coja ese avión o no, depende de ti.
    La puerta de cristal de la terraza se abrió antes de que yo pudiera reaccionar y Hugo, dejando ver tan solo medio cuerpo, sonrió al verme.
-Vaya estás aquí cielo, pensábamos que habían secuestrado a la artista.
     Me había acostumbrado a que Lambert me llamase así algunas veces, pero en esa ocasión, delante de Changmin, me puse nerviosa y desvié la mirada al suelo.  
-¿Pasa algo? ¿Interrumpo?-preguntó.
-No, yo… ya me iba. Aquí aún tenéis trabajo.-dijo Changmin sonriéndole y volviendo a mirarme después.-Nos vemos pronto YunHye.
     Y se fue ladeando su cuerpo al pasar por la puerta para no chocar con Lambert.

-Em… ¿Bajamos?
     Como si hubiese hecho un truco de magia Hugo estaba a mi lado, cuando segundos antes estaba parado en la puerta. O tal vez había sido yo la que había parado el tiempo en mi cabeza.
-¿Qué?-dije absorta aún por la conversación anterior.
-Deberíamos bajar y despedir a tus clientes... A no ser que prefieras que lo haga yo solo. Puedo hacerlo si no te encuentras bien…
-No, estoy bien.-respondí mirándole al fin después de no haber quitado la mirada de la puerta de cristal de la terraza.
-Vayamos pues.
     Extendió el brazo para que pasase antes que él, y al bajar las escaleras vi que me trataba con sumo cuidado y cautela sosteniéndome por la espalda, como si temiese que me fuese a resquebrajar. 
-Intenta sonreír y cambiar esa cara de susto, en menos de diez minutos ya habrá terminado todo esto. ¿Eh?-dijo acariciándome la barbilla antes de entrar a la sala de exposiciones.

     Hice lo que me pidió y el resultado pareció ser bastante satisfactorio. Todos los invitados abandonaron la galería con palabras de enhorabuena y amplias sonrisas. Avisé a Hugo de que estaría en el patio de fuera mientras esperaba a que él terminase de recoger y hacer lo que fuera que estuviese haciendo en las oficinas.
     La galería estaba situada varios metros por encima que la mayoría de los edificios de alrededor, lo que permitía tener una vista bastante bonita y espectacular de la ciudad. Extendí mi mirada más allá de los primeros bloques, más allá de los árboles del paseo y del parque, más allá, al centro de la ciudad. Al “Volitius”. No estaba muy lejos. En coche tardaría 20 minutos, habiendo tráfico, pero también podía echar a correr y llegar sin necesidad de esperar en la aburrida carretera. Mi pie dio un paso involuntariamente, seguidamente frenado por el resto de mi contraído cuerpo.
-Ya estoy.-dijo Lambert cerrando la puerta de entrada con llave.-¿Vamos?
-Sí. Vamos…-respondí teniendo en mi mente un destino bastante distinto al que nos dirigíamos en realidad.
     Por cada metro que el coche de Lambert avanzaba en dirección contraria al “Volitius” mi corazón daba una sacudida, pero finalmente llegué a mi casa. Y finalmente, me encontraba bajo las finas sábanas de mi cama aún con la ropa de calle, sin poder cerrar los ojos.
     Los primeros rayos de sol de la mañana me descubrieron sentada en la cama con la mirada perdida. Había tenido toda la noche las llaves de casa en la mano, mirándolas, esperando que por ellas solas se dirigiesen a la puerta y me arrastrasen con ellas. Pero no lo hicieron. Era incapaz de moverme. Sabía lo que estaba perdiendo, y tal vez por eso estaba inmóvil. Si me movía e iba a buscar a Changmin, y después era todo mentira resultaría horriblemente doloroso, así que prefería quedarme con el dolor que ya tenía y no incrementarlo más. Ojalá fuese un poco más valiente. Ojalá no me importase perder la nada que tenía pero que tanto me había costado construir.
     El timbre de casa sonó 4 veces, solo Lambert era tan pesado cuando me llamaba. Salí de la cama y fui a abrir la puerta sin preocuparme de qué pensaría al verme con la misma ropa que el día anterior, o tan si quiera en alisarla un poco y adecentrarme.
-¿Qué pasa? Es muy temprano…
-Ya.-Pasó sin esperar a que me retirase para dejarle sitio y colocó una bolsa con el desayuno sobre la encimera de la cocina.-¿No has dormido nada?-dijo fijándose por primera vez en mi.
     Levanté los hombros como toda respuesta.
-¿Estás bien? ¿Te pasa algo?-Volví a hacer el mismo gesto, esta vez acompañado por un fruncimiento de los labios. Lambert dejó el croissant que estaba comiendose en la encimera y se frotó las manos en los pantalones.-Iune, ¿Podemos hablar?
-¿De qué? Acaso ha ido algo mal en la expo…-dije dándole importancia por primera vez a la carpeta negra que había traído consigo.
-No, no es nada de eso. Hablaremos más delante de ello.
-¿Entonces?
-Iune, soy tu profesor y te conozco más de lo que crees, pero nunca me has contado mucho sobre tu vida, parece que naciste aquí en Francia, con 18 años.
-Es que no hay mucho que contar.
-Tus cuadros no dicen lo mismo. Ese chico, el de ayer en la galería, ¿Quién es?
-¿Eh?
-Todos son por él, ¿cierto?
     Me pilló desprevenida. Nunca me había planteado algo así, pero ahora podía reconocer la sensación que había tenido al terminar todos y cada uno de ellos. No se los había dedicado conscientemente, pero sabía que eran por y para él.
-¿Quién es?-repitió.
-Él…-me resultaba difícil definir qué era ahora Changmin para mi, en qué punto estaba nuestra relación, si es que aún la teníamos.- Es alguien de Corea que conocía.
-¿Ya está? ¿Sólo es “alguien”?
-Ahora mismo… No sé.-dije llevándome una mano a la frente.
-¿Por qué?
-Hacía mucho tiempo que no le veía.-dije yendo hacia el sofá y dejándome caer.
-¿Cuánto?-preguntó sentandose a mi lado.
-Mucho. Casi dos años. 
-Y tal vez allí en Corea, ¿fue algo más que un simple “alguien”?
 -Qué más da. Ya no importa.
-¿A quién no le importa? Porque a ti si. Y a ese muchacho parece que también. No cualquiera se hace un vuelo de a saber cuantas horas para una exposición de arte.
-No… Eso ya no importa porque él se ha ido. Le he dejado otra vez.-Y decirlo en alto fue como darme cuenta de verdad.
-¿Por qué dices eso?
-Ha vuelto a Corea. Y si no lo ha hecho aún debe estar apunto de hacerlo.-miré por la ventana como cada vez el sol iluminaba más el cielo. 
-¿¡Y qué estás haciendo aquí!?-dijo levantándose.     
-¿Qué quieres que haga?
-Ir a buscarle Iune, tal vez aún estés a tiempo. Vamos yo te acerco a su hotel.-me cogió del brazo y me levantó tirando de mi hacia la puerta.
-Hugo, Hugo espera.-me solté.-No voy a ir a buscarle.
-¿Qué dices? ¿Por qué no?
-No puedo. No puedo mirarle a la cara sin acordarme del daño que nos hemos hecho.
-No te entiendo. Mira Iune…Todo daño se puede reparar, pero sólo si de verdad se quiere reparar. Si no estás fingiendo y realmente no te importa, perfecto, no insistiré más y nos tomaremos esos croissants divinos. Pero entonces no te quedes aquí ni un solo día lamentándote y volviendo a dedicarle todas y cada una de tus obras. Creo que nunca te he dicho esto Iune… el dibujo, los cuadros, pueden ser un gran aporte a tu vida, pero no lo son todo. Por desgracia ellos ni te hablan ni te abrazan por las noches. Así que… no hagas como tu viejo maestro y ten el valor de afrontar tu vida y no esconderte tras unas pinturas de color.
     Esas palabras parecieron más chorros de agua fría que palabras. Nunca me había parado a pensar que mi maestro, Lambert, tuviese una vida aparte de los cuadros. Parecía que eran toda su vida, lo único. Y no parecía nada descontento con ello. Pero ¿y si lo estaba? ¿Y si solo era apariencia? Desde que empecé a aprender con él había querido ser como él, llegar a ser alguien a quien poder hablar de igual a igual artísticamente hablando, ¿pero a cualquier precio?
-No…-susurré en respuesta a mi misma.
-¿Eh?-pareció regresar de sus pensamientos al salón de mi casa.
-¿Aún sigues queriendo llevarme a ese hotel?

     Tardé cinco minutos en pasar por la ducha, cambiarme de ropa y bajar el ascensor. Lambert me esperaba en doble fila con el coche en marcha, y condujo como si de un rally se tratase. Normalmente los semáforos no estaban nunca de su parte, pero ese día la suerte le sonreía. A él o a mi. E increíblemente, en 15 minutos habíamos llegado al hotel.
-Te esperaré aquí, ¿vale? Si en 10 minutos no has bajado me voy y no quiero saber nada de ti en tres días, ¿de acuerdo?
     Bajé del coche con una sonrisa como respuesta y corrí a la entrada del “Volitius”. Uno de los guardias me abrió la puerta y pasé sin devolverle educadamente un agradecimiento. Me abalancé sobre la recepción y el recepcionista se sobresaltó levantando la cabeza de los papeles en los que estaba enfrascado.
-Changmin, Kim Changmin, ¿Cuál es su habitación?-dije respirando con agitación.
     El muchacho se volvió a su ordenador mirándome antes con desconfianza y tras teclear por unos segundos se levantó de su silla.
-Ya no se hospeda aquí. El señor Kim Changmin ha dejado su habitación hace 2 horas.
-¿Qué?
-Por favor.-señaló detrás de mi espalda y me giré comprobando que había una familia detrás de mi. Me aparté del mostrador dejándolo libre e intentando no dejar que mi mente se desactivase salí corriendo del hotel para entrar de nuevo al coche de Lambert.
-¿No está?
-No.
     Arrancó de nuevo el coche y sorteando los vehículos que se encontraban aparcados salió del parking.
-¿Cuánto tardaremos en llegar?
-Siendo un lunes a las 9 de la mañana… Puedo intentar dejarte en el aeropuerto en media hora.
     No me equivocaría mucho si dijera que fue la media hora más intensa de mi vida. Apretaba los pies como si yo también tuviese el pedal acelerador, me agarraba a los bordes del asiento, miraba la carretera con más atención que nunca deseando que los coches se apartasen para dejarnos paso, y miraba también a Hugo con impaciencia, quien a su vez se impacientaba y me decía casi con irritación que hacía lo que podía.
     Después de algo menos de media hora me encontraba corriendo por el aeropuerto, parándome en todas las salas de espera, las cafeterías, los servicios, las puertas de embarque, los mostradores de facturación… Pero no había ni rastro de él. Finalmente me paré bajo una de las pantallas que informaban sobre las salidas y llegadas y en ese momento estaba parpadeando uno de los destinos. El de París-Seúl. Despegaba en 5 minutos. No tenía ninguna posibilidad, aún así corrí hacia la puerta de embarque. Sabía que no iba a estar ahí, lo sabía. Pero tenía que ir y agotar esa última posibilidad. Llegué a la puerta de embarque, pero dos azafatas estaban retirando el cordón que indicaba la entrada y cerrando la puerta tras ellas.
-No puede ser… -doblé mis piernas por las rodillas y dejé que mi cabeza y mis brazos cayesen a su antojo.
     Respiré hondo soltando todo el aire que era capaz y al volverlo a coger mi respiración se convirtió en un sollozo incontrolable.
-Estúpida… Estúpida…-me decía a mi misma mientras me golpeaba insistentemente la cabeza con una mano.

-Iune. Iune. Vamos levanta.-decía una voz a mi lado.
-Se ha ido Hugo. Se ha ido… -dije negando con la cabeza al levantarme.
-Venga, vámonos. Aquí no hacemos nada ya.
     Comenzamos a andar hacia la salida, o más bien él me hacía andar empujándome por la espalda. Me pregunté si Changmin se había sentido así aquella vez en Corea dos años atrás. Cuando la que me iba era yo, cuando la que se dirigió a ese avión dándole la espalda era yo, cuando no pudo hacer nada por retenerme. El pinchazo que sentía en el pecho se incrementó pensando que él había podido sufrir una tercera parte de lo que estaba sufriendo yo ahora al estar en su lugar.
-Espera.-dijo Hugo de repente cuando pasábamos por la zona de las agencias de viaje.-¿Hace cuánto que no te vas de vacaciones?-preguntó con una sonrisa.
-¿Qué? Hugo no estoy para…
-Calla y sígueme.
     Me soltó y comenzó a caminar por su cuenta dirigiéndose a una de las agencias. Entonces comprendí lo que iba a hacer.

     Tenía menos de 12 horas para preparar mi viaje expres a Seúl. 12 horas que cuando tienes prisa pasan muy muy despacio. Había metido en una pequeña maleta un par de cambios de ropa y nada más. Hugo me había dicho que podía quedarme allí todo el tiempo que necesitase. La exposición había sido un éxito; me habían salido varios clientes y me habían comprado muchos de los cuadros expuestos.
     Llegué al aeropuerto mucho antes de lo necesario. Una vez allí mandé un escueto mensaje de despedida colectivo a Oliver, Jacqueline y la señora Marie Claire. Y también creo que comí. Y casi cené. Estaba atacada de los nervios y lo único que me apetecía era comer. Compré varias bolsas de chucherías y las escondí en el bolso para que en el control no me dijeran nada. Sólo por si acaso… No quería ponerme más nerviosa y menos por un detalle tonto.
     Pero después de tanto tiempo de espera, me encontraba en mi asiento de ventanilla con unas cuantas horas de vuelo ya a la espalda, tomándome un té para tranquilizarme que me había ofrecido una de las azafatas. Se pensarían que estaría nerviosa por el vuelo, que me daría miedo el avión. Pero mi miedo era otro muy distinto. ¿Y si llegaba a Corea y Changmin se había cansado y no quería saber nada de mi? ¿Y si le había herido tanto que me rechazaría? Me obligué a terminarme el té y cuando lo hice, después de un rato, noté como mi cuerpo se acomodaba al asiento y como mis ojos se cerraban poco a poco para abrirse horas más tarde en uno de los aeropuertos de Seúl.
     No tuve el sentimiento de estar en casa hasta que no me paré frente al edificio que años atrás lo había sido. No sabía si aún seguiría siéndolo. Changmin podía haberlo vendido o alquilado a alguien más. Pero tenía que comprobarlo, y tenía las llaves en la mano. Me decepcioné al no ver al anciano portero en su pequeña portería, podía haberle preguntado a él. Entré en el oxidado ascensor con los nervios subiéndome en forma de bola por la garganta cada vez que el Ático A quedaba más cerca. Acerqué las llaves temblorosas en mi mano a la cerradura, y la primera prueba fue válida. Encajaban. Seguía siendo mi casa. Avancé cuidadosamente por la entrada. Estaban las luces apagadas, pero juraría que aún podía recorrerla con los ojos vendados sabiendo donde estaba cada cosa. En el salón me encontré las primeras señales de vida. Un par de zapatillas de hombre tiradas al lado de uno de los sofás y varias latas de cerveza vacías sobre la mesa.
-¿Ho…Hola?-pregunté esperando impacientemente una respuesta.-¿Changmin?¿Estás aquí? Dime que sí… dime que sí por favor-diciendo esto último para mi misma.
     Pero aquí no había nadie. En el fregadero de la cocina había varios platos sin lavar y en la basura envoltorios de comida pre-cocinada que indicaban que había estado allí hacía muy poco, así que ¿dónde estaba ahora? Era un martes casi de noche… Dejé mi maleta al pie de las escaleras y subí a la planta de arriba. Respiré antes de abrir la puerta del dormitorio, por si tal vez estaba allí en un sueño profundo. Pero no. Era improbable que estuviese en la última habitación. No se me ocurría que podría estar haciendo allí, y si estaba me tendría que haber oído. Pero esa habitación también estaba vacía. Encendí la luz a mi derecha y se me escapó un gemido de sorpresa cuando vi la habitación al completo. Era la única parte de la casa que no estaba tal y como yo la había dejado. Seguía habiendo mesas llenas de pinceles y botes de pintura, pero menos. Seguía habiendo lienzos enrollados, pero menos y amontonados sobre estas mesas. Todo para dejar hueco al escritorio que había en medio de la habitación, frente al pequeño mural que pinté años atrás antes de irme, en la pared ahora completamente desnuda excepto por eso. Me acerqué al escritorio y vi varios libros ¿Cría y cuidados del caballo? Pasé las hojas de uno de los cuadernos sepultados por el libro y reconocí la letra al instante. No me sorprendí al saber lo que estaba estudiando, pero me alegré profundamente. Me disponía a salir del cuarto cuando el mural volvió a llamarme la atención. Las flores seguían pareciendo tener vida, de hecho, era lo único que parecía tener vida de la habitación.
     Salí y según bajaba las escaleras escuché el ruido de una puerta abriéndose, y seguidamente cerrándose. Me quedé congelada, sujeta a la barandilla, a unos cuantos pasos del suelo. Y si fuera humanamente posible, hubiese dicho que sin respiración. Changmin no me había visto, pero yo a él sí. Avanzaba hacia el sofá sin percatarse de mi presencia ni de la pequeña maleta. Empezó a desabrocharse los zapatos y los lanzó junto a las otras zapatillas. Entonces decidí volver a respirar y terminé de bajar las escaleras, y cuando se escuchó el ligero ruido de mis zapatillas sobre los escalones, se levantó y giró sobresaltado. Y se sobresaltó aún más al verme al borde de las escaleras, mirándole con cautela.
   
     Pasó tanto rato que tuve que ser yo la que avanzara hasta él.
-Quieta.-dijo repentinamente.-No te acerques.
     Me había movido tan poco que apenas se notó cuando me paré a escasos metros de él. Y ahora sí le dejé tiempo para que fuese él el primero en hablar o reaccionar. Miró la maleta y después respiró profundamente con los ojos cerrados.
-¿Por qué estás aquí?-preguntó sin abrirlos.
-He veni…-tuve que aclararme la garganta para poder continuar hablando.-He venido a buscarte.
     Rió irónicamente levantando tan solo la mitad de su labio superior y abrió los ojos.
-¿Ahora? Pues llegas tarde. Puedes coger esa maleta y volverte a tu casita en París.-Avanzó hacia mi y me esquivó hábilmente.-Espero que cuando baje no sigas aquí.
-No espera Changmin.-Me volví sujetándole el brazo para impedirle que subiera las escaleras.-Por favor. Sé que estás enfadado conmigo por no haber ido al hotel… Pero déjame explicártelo.-le pedí suplicante.
-¿Enfadado?-dijo dándose la vuelta y sacudiendo bruscamente sus hombros para soltarse de mis brazos.-¿Crees que estoy enfadado? Me he tragado un viaje de prácticamente dos días para pedirte que volvieras conmigo una vez más. ¿Para qué? Para ser rechazado. Una vez más. Para volver a casa más vacío de lo que me fui.-soltó todo el aire por la nariz y apartó la mirada.
-Sé que no me he portado bien, pero es que… No puedes hacerte una idea de cómo me sentí al verte en la galería, frente a ese cuadro, precisamente.-decidí comenzar por el principio.-Se me pasaron estos dos años como si hubiesen sido un segundo. Me acordé de nuestro último encuentro, cuando te dejé en el aeropuerto. Me acordé también… del campeonato en Francia, de lo que vi. Y sé, ¡sé! que me buscaste.-dije adelantándome a lo que estaba segura de que iba a decir él.- Pero…solo lo supe hace dos días Changmin. Para mi, durante estos casi dos años, has estado con esa chica. Por eso no podía creer que estuvieses delante de mi pidiéndome que hiciera como si nada. Pero fui, ¡fui a buscarte! Fui al hotel y al aeropuerto pero ya era tarde. Así que… lo único que podía hacer era venir aquí y esperar que todavía quisieras verme, o hablar conmigo o…
     Él seguía inmóvil, con la mirada fija en mi. Pero yo tuve que bajar levemente la cabeza. No soportaba más verle mirarme tan duramente.
-Y... ¿Qué es lo que quieres tú?
-Yo…Quiero pedirte perdón. Por todo. Todo el daño que te he causado y sigo causándote… De verdad yo no sé como pero…contigo nunca me salen las cosas como quiero y el perjudicado eres tú siempre.
-¿Algo más?-dijo cruzando los brazos. 
-Supongo que… no hay nada que pueda decir que arregle la situación. Así que… Lo siento. Lo siento mucho. -alargué mi brazo hasta alcanzar la maleta y me di media vuelta, arrastrándola hacia la puerta.
-Quieta. Si sales por esa puerta… Volveré a ir a buscarte.-Me giré despacio, sin soltar el asa de la maleta mientras él venía hacia mi.-Pero…si dejas que vuelva a tocarte, a ponerte un dedo encima, no seré capaz de volverte a soltar jamás. Así que por favor te pido que…
     Rompí a llorar con las pocas lágrimas que aún me quedaban por salir y terminé con la distancia que nos separaba abrazándole por los hombros y poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios y besarle con fiereza. No tuve que esperar mucho a que el beso fuese cosa de dos, nuestros labios parecían extrañarse casi más que nosotros mismos y buscaban solos la forma perfecta de encajar. Mis brazos se acoplaban a su cuello y los suyos me sujetaban por la espalda con fuerza. Separé mis labios de los suyos para coger aire y aproveché para separarme medio milímetro más dejando nuestras frentes juntas. Colocó sus manos a ambos lados de mi rostro y retiró con los pulgares los restos de lágrimas que habían quedado sobre mis mejillas.
- ¿Puedo quedarme?-pregunté sorbiendo por la nariz.
     Me miró esbozando media sonrisa antes de tirar de mi hacia él para abrazarme. Y nunca, nunca más supe lo que era un invierno frío.

Epílogo.

     Salí de mi sueño teniendo la sensación de estar siendo observado, y abrí los ojos guiado además por el olor a café recién hecho que inundaba la habitación.
     Sonreí mientras me recostaba en el cabecero de madera restregándome los ojos con el dorso de la mano. Le quité la taza de café de las manos a una impaciente YunHye, quien se tumbó sobre mi hombro no sin antes pedir un beso.
-¿Está bien?
-Ahá.
     Era un hombre de pocas palabras nada más despertarme. Hasta que no bebía un buen trago de café, zumo, leche o lo que fuera no me ponía del todo en marcha.
-Se te han pegado un poco las sábanas hoy…-dijo haciendo dibujos con su dedo índice en mi brazo desnudo.
-He dormido muy bien.
-Me alegro, porque tenemos algo que hacer.-dijo separándose para mirarme a la cara.
-¿Mm?¿Hoy domingo?
-Sí. Precisamente hoy domingo.
-Los domingos son para estar en la cama.-la rodeé con el brazo que tenía libre yla eché sobre mi intentando atraparla con mis piernas.
-Cuidado, cuidado, el café.-dijo riéndose mientras ponía toda su esfuerzo en separarse.
     Le dí el último sorbo y lo dejé sobre la mesita echándome después yo esta vez sobre ella.
-Ya no hay café.
-No, no, no.-decía resistiéndose sepultada bajo mis brazos y mi pecho.-Teníamos planes, y lo sabías.
-En realidad no.-la solté finalmente.-Sólo me dijiste que teníamos algo que hacer.
-Y que mantuvieses la mente abierta.
-Y que mantuvieses la mente abierta, sí.-repetí.
-Pues venga.-dijo dándome un suave golpe en la pierna.-Yo voy a recoger la cocina.
     Dejó la puerta abierta y escuché sus pies corriendo escaleras abajo. En cuanto llegó al salón subió la música que había tenido lo suficientemente baja para no despertarme.
     Bajé tras ella al baño y dejé que el agua de la ducha terminase de despejarme. Habían pasado solo cinco días desde que llegó YunHye, y era increíble como habían cambiado tanto las cosas. Los muebles parecían tener otro color, y hasta olía diferente. Y yo también era otro.
     Había pasado dos años difíciles, descuidados, malos en general. Me había dejado llevar demasiado por el ritmo nocturno de la ciudad, con todo lo que eso conllevaba, haciendo cosas de las que no me enorgullecía en absoluto. Demasiadas noches borrosas que me hicieron perder las ganas de continuar con mi vida tal y como era hasta entonces. Incluso estuve bastante tiempo sin montar a caballo, hasta que mis padres se dieron cuenta de que no era feliz y después de intentar que metiese la cabeza en la empresa, me ayudaron a montar la mía propia . Sí, ahora soy empresario. Además de participar en competiciones, de las que había conseguido ganarme buena fama, me encargaba de criar a los caballos, cuidarlos y prepararlos para exportarlos a otros países. Poco a poco empecé a ser yo mismo otra vez, y entonces, un día mientras estaba montando a Banshi, llegó JanHe a buscarme diciendo que no podía aguantarse más las ganas de hablarme de YunHye.
    No dudé. Fui a buscarla. No sabía que podría encontrarme, ni si quiera si querría verme o cómo reaccionaría yo al hacerlo. Y por supuesto teniéndola frente a mi después de dos años, no podría haber reaccionado de otra forma que no fuera pidiéndola que volviera conmigo. Y me rechazó, sí, o al menos eso fue lo que pensaba hasta que hace unos días llegué a casa tras poner todos mis esfuerzos en no dejarme caer de nuevo en malos ambientes, y estaba allí. Ella estaba en casa.
     Aunque dijo que estaba enfadado, decepcionado definía mejor mi ánimo. Me había sentido como la última rata de la tierra. Pero se me olvidó. Se me olvidó el tiempo que había pasado sin ella, las veces que años atrás había estado con ella sabiendo que la compartía con mi hermano, las veces que tuve que fingir que ella era solo un negocio más. Se me olvidó que nos habíamos hecho daño. Se me olvidó viendo que se alejaba de mi una vez más, y que sería la definitiva.
     Así que nuestro plan era curarnos mutuamente las heridas, ya fueran causadas por nosotros mismos o por otros, para poder tener una relación completamente sana. No queríamos soltarnos el uno al otro, de hecho no lo hicimos ni la única vez en estos 5 días que habíamos tenido que salir a la calle por necesidad. 
     YunHye quería quedarse en Seúl, y para eso tenía que hablar con su jefe, maestro o como lo llamase. Ella sola no se atrevía a crear su propia galería, decía que aún era demasiado pronto para algo tan grande. Más tarde yo la convencería para hacerlo, sin duda.
     Yo…por mi parte no necesitaba más. Esto que tenía compensaba con creces lo mal que lo había pasado. Nunca me hubiera atrevido a pensar que volvería a estar tan feliz.
    
-¿Qué estamos haciendo aquí?
     Nos habíamos parado en una urbanización que no conocía. No había restaurantes ni tiendas cerca, tan solo se veía un parque y algo más de vida al final de la calle.
-Bueno…Es algo que me prometí que haría hace tiempo y que aún tengo pendiente.
-¿Desde cuándo te has vuelto tan mística?
-París…mon amour. –dijo soltando una risotada y agarrándose a mi brazo para continuar andando.
     Pasamos por delante del portero y tuvimos suerte de que el ascensor se abriera en cuanto nos pusimos delante de él, así nos ahorramos unos cuantos segundos de la mirada indiscreta del portero sobre nuestras nucas. Empecé a notar nerviosa a YunHye desde que comenzamos a ascender, así que intentaba llamar su atención a través del gigantesco espejo haciendo tonterías con mi cara. Pero ella apenas sonrío un poco, lo que hizo que me contagiara de sus nervios. No tenía ningún dato de lo que estábamos haciendo y no conocía la zona. No me gustaba esta sensación de no controlar la situación.
     Salimos a un pasillo marrón parándonos ante una puerta de color rojo caoba.
-Bueno.-dijo girándose para mirarme.-Puede que esto no te siente bien y que me la esté jugando más de lo que debería pero… Espero que me perdones.
     Alargó su mano y llamó al timbre antes de echar a correr hasta el ascensor.
-¡YunHye! ¡YunHye ¿dónde vas?!-dije intentando alcanzarla. Pero se abrió la puerta que había quedado tras de mi y una voz muy familiar, aunque lejana, me saludó haciéndome quedar inmóvil en el sitio. Cerré los ojos maldiciendo a YunHye, pero él esperó pacientemente hasta que al fin me decidí a girarme, no sin antes haberme planteado la alternativa de volver por donde había venido.
-Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de verte, hermano.
-Me cuesta decir lo mismo.-respondí.
-¿Por qué no pasas?-dijo haciéndose a un lado.
     Entré y después de echarle un breve vistazo a la casa, más por incomodidad que por curiosidad, me volví a mirarle cuando escuché la puerta cerrándose.
-¿Qué significa esto? ¿Me habéis preparado una encerrona YunHye y tú?
-No es una encerrona.
-Yo creo que sí.
-Changmin yo solo quiero hablar contigo y arreglar las cosas. Me encontré a YunHye hace un par de días y hablando de ti me dijo que intentaría convencerte para que hablaras conmigo. 
-Bueno no es que haya tenido muchas opciones.
-Me hubiese gustado que fuese de otra forma, pero tú estabas en el mercado y no quería arriesgarse en ese momento. Me dijo que era mejor hacerlo así.
-Ninguna de las dos opciones me parece bien.-entonces me acordé de lo que YunHye me hizo prometer esta misma mañana, que mantuviese la mente abierta. Aunque seguramente necesitaría más que mente abierta para soportar esta conversación.-Pero ya que estoy aquí…
-¿Quieres sentarte?-dijo indicando los sofás.
     Pasé y me senté poco antes de que lo hiciera él, en el sillón de al lado.
-No sé muy bien por donde empezar, cualquier comienzo es pobre para todo lo que tengo que decirte. Pero creo que todo se resume bastante bien si digo que no he sido el hermano que debería haber sido. Y que me arrepiento y me arrepentiré toda la vida.
     Me quedé mirándole, esperando a que dijera algo más. Eso era algo que ya sabía. No hacía falta que él me dijera que el puesto de hermano le había quedado grande.
-Te hice daño y me metí donde no debía meterme. Mejor dicho con quién no debía meterme. Se me fueron las cosas de las manos, los planes que tenía para acercarme a ti. Al final sólo conseguí alejarte más. Así que… quiero pedirte perdón. Por no haber sabido acercarme a ti, por dejar pasar el tiempo. Sé que estos últimos años no han sido muy fáciles para ti.
-No es que hayas hecho gran cosa para evitarlo.
-¿Crees que alguien podía pararte? Lo único que pude hacer alguna vez fue buscarte en discotecas de mala muerte y dejarte en una habitación de hotel.
-¿Qué?-pregunté atónito.
-Tu amigo JaeJoong. Es mejor de lo que pensaba.
     Me sorprendió bastante no acordarme de esto. Cuando amanecía en un hotel sin haber ido yo solo, me tiraba horas pensando y volviendo sobre mis pasos para ver cómo había llegado hasta él. Hasta que me acostumbré, y simplemente me marchaba al despertar después de dejar vacía la bandeja de desayuno.
-Cuantas veces… ¿Cuántas veces tuviste que ir a buscarme?
-4 o 5.
-Eso no cambia nada. No sólo fui tu hermano esas veces. Hubo muchas otras en las que te necesité. Y si quería estar contigo tenía que comprar uno de tus discos o esas dichosas revistas.
-No fue por falta de intentos por mi parte, y lo sabes.
-No. No lo sé. Si yo hubiese tenido un hermano menor con el que no puedo hablar hubiera movido cielo y tierra para encontrarme con él y arreglar las cosas.
-Lo hice.
-¡Pero no lo suficiente!
-Había barreras que me impedían acercarme a ti.
-Sí. Por ejemplo que te enamoraste de mi chica. ¿Con qué cara te ibas a presentar frente a mi después de estar con ella sabiendo que me gustaba? Con la de un sinvergüenza.
-Changmin no supe que te gustaba.
-Já.
-Cuando me enteré ya era demasiado tarde y no sabía que hacer. Ya te he dicho que fue todo un error mio, todo se ha liado más de la cuenta por mi culpa.
-Estamos de acuerdo.
-También lo estarás entonces en que tú también has sido poco condescendiente. Habías creado tanto odio hacia mi cuando me fui que no eras capaz de aceptar que quisiera volver a acercarme.
-Nunca entenderé por qué lo hiciste.-dije después de un corto silencio.-No entiendo como me pudiste dejar allí, sabiendo lo que me dejabas.
-No tenía otra opción. Sabes que tú y yo somos diferentes, a ti no te importaba hacerles la pelota a papá y a mamá con tal de conseguir algo, tú sabías darles lo que querían para luego conseguir lo que a ti se te antojase. Yo no, a mi no me convencía esa forma de vida. No podía seguir encerrado en esas cuatro paredes entre libros de economía.
-Podías haber esperado un poco.
-¿Para qué? ¿Para ponérselo más fácil y que luego tuviese yo más difícil la escapatoria?
-Para haberme dado tiempo a que me fuera contigo. Te lo dije el día que te marchaste. Si me lo hubieses dicho hubiera tardado cinco minutos en hacer la maleta. Pero me dijiste que no. Querías volar tú solo. Y me enfadé porque sabía lo que iba a pasar. Te ibas a volcar en tu carrera, en hacerte un hueco en el panorama musical y te ibas a olvidar de tu pequeño y pesado hermano, como de hecho pasó.
-Nunca fue mi intención abandonarte Changmin.
-Ya Jun…su. Pero lo hiciste.-me costaba decir su nombre con soltura.
-Sé que no sirve de nada, pero lo siento.
-No. No sirve de mucho.
     Hubo un silencio, pero no incómodo sino necesario. Un silencio que hacía falta para que ambos aclarásemos, y cambiásemos tal vez de ideas, sobretodo yo. Había estado muy dolido, y de hecho aún lo estaba, pero no podía negar que el tiempo había sido un buen aliado. Había crecido y madurado, al menos un poco. Y había llegado a entender y sentir cuánto agobiaban mis padres y sus planes, y no podía pretender que todo el mundo se lo tomase igual que yo. Además, había tenido en mente más cosas por las que preocuparme.
     Entonces mi mirada fue a parar a uno de los periódicos que tenía bajo la mesita del café. Lo cogí sin permiso para fijarme más detenidamente y vi que era uno de no hacía mucho tiempo, en el que yo salía en la portada. Era de un par de meses atrás, de cuando volví a empezar con las carreras después del último parón.
-Estuviste genial.-dijo de repente.
-¿Eh?
-La victoria.-dijo señalando con la mandíbula al periódico.-Fue más que merecida.
     Dejé caer la espalda contra el sofá sin soltar el periódico y vi desvié los ojos como atraído a unos cuadros en la pared que reconocí. Unas fotos mejor dicho. Yo salía en ellas. En algunas estaba solo, en otras con los caballos, y en otras, con él.
     Suspiré y me levanté frotándome la cara. Él se levantó inmediatamente después, mirándome con cautela.
-Deberías... venir a cenar a casa uno de estos días. Esas fotos son ya muy antiguas.-dije fijándome especialmente en una de la celebración de mi séptimo cumpleaños, frente a una enorme tarta y con él a mi lado ayudándome a soplar las velas.
-Iré cuando quieras.-dijo acompañándose de una emocionada sonrisa.

     Una ansiosa YunHye me esperaba en la entrada del salón preguntándome con la mirada mientras se retorcía las manos. Pasé al salón sin mirarla apenas y dejé la cazadora en el sofá, sentándome después. Ella se acercó por detrás, apoyándose ligeramente en él.
-Tú…
-Lo siento, lo siento lo siento.-dijo con las manos juntas agachándose frente a mi sin dejarme decir palabra.-No debí haberlo hecho así sin avisarte, engañándote. Pero sabía que si te lo diría no aceptarías y cuando me encontré a Junsu el otro día y estuvimos hablando me sentí mal por él y por ti porque no podíais veros y…
-El viernes vendrá a cenar.-dije divertido cortando su verborrea sin sentido.
-¿Eh?
     Sonreí sin quitarla ojo de encima como toda respuesta.
-Entonces… ¿Ha ido todo bien?-Asentí cogiéndola de los brazos para levantarla y haciendo que se sentase sobre mi.-Estoy muy orgullosa de ti.
-Gracias.-respondí junto a sus labios, aunque los dos sabíamos que no se las daba por el cumplido.

     Ese día nos olvidamos de comer. Y creo que de cenar también. Ahora podía decir con total seguridad que me encontraba bien conmigo mismo. No sabía como iban a ir las cosas con Junsu,  simplemente íbamos a empezar de cero, a intentar dejar la rabia y el rencor a un lado y tener la relación de hermanos que tanto ansiábamos. Y con YunHye… era parecido. Solo que con ella a mi lado tenía la sensación de que nada podría ir mal. Y en lo que a mi respecta, estaba maravillado de encontrarme cada día en mi rincón favorito en el mundo, entre su pecho y su cuello. 


   
  Fin Beautiful Melody. 
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