jueves, 12 de julio de 2012

Que llegues a buen puerto.






No confundas mi amor. 
Es el amor del barco vacío que extraña a su pirata. 
Del barco que ha peleado tempestades para que no dañasen a su pirata. 
El pirata con un parche de pesimismo y oscuridad en los ojos, puesto por las mismas manos que ahora se lo están quitando. 

No quiero saber cuando volverán a dárselo...

Ojalá nunca, y así el pirata no tenga que refugiarse de nuevo en las impredecibles corrientes de los mares. 

El barco seguirá navegando. Ya se preocupará de que ningún pirata descuidado se vuelva a subir. De vez en cuando atracará en puerto, soltando todo lo que recoja por el camino. Y si suelta demasiada ira volverá después al mar con las velas caídas.

Y el pirata... que el faro le ayude a llegar a buen puerto. 


Y así es como esto que tardó poco en empezar acaba aún más rápido. 
Aún así me ha dado tiempo a querer y a ser querida de una forma casi desconocida. Por eso...por eso me duele tanto. Porque me acostumbré demasiado pronto. A encontrar sin buscar ni preguntar, a compartir, a ayudar sin más. Me acostumbré... Y pensé que sería así por mucho tiempo, por siempre. Que cuando llegase el momento de decir "adiós" no hubiera a quién echarle la culpa. 

Pero ahora...ahora lo siento tan extraño... Como si estuviera volviendo a ver el mundo de nuevo. Como si las paredes y las calles nunca hubieran sido testigo de esos momentos. Como si no hubieran pasado... Y aún así, hay veces que sin acercarme demasiado a esas paredes puedo escuchar el eco de las risas, nuestras risas, y sólo puedo desear escucharlas de nuevo...y vivirlas, y que se escuchen aún con más fuerza. 

Ojalá... 

Que llegues a buen puerto, y me dejes ir contigo para verlo. 

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