Beautiful Melody Capítulo 19.
Capítulo 19.
Tiré las llaves de cualquier manera en la mesita de la entrada del piso que con tanta ilusión había comprado hacía tan solo unos meses. Era el único sitio al que se me había ocurrido que podía ir. El único sitio en el que tal vez aún quedase algo de ella...
Había un vaso junto a una jarra de agua casi vacía en la blanca mesa del salón, y unos cuantos papeles con anotaciones de números de teléfono, precios y nombres, pero nada, ninguna indicación de cuál era su destino. Se iba, y no sabia si a la ciudad de al lado o a un pueblo al otro lado del mundo. Me ponía ansioso no saber donde estaba...
Tenía curiosidad por saber cómo había estado viviendo aquí, y desde luego no es que esperase que las paredes me hablasen para contarmelo, pero sí que tal vez me diesen alguna pista. Quise ir directo al segundo piso, pero miré de reojo a la cocina y entré primero allí. Todos los muebles estaban tan limpios como en la tienda en la que los compré, como si nunca se hubiesen usado. No había tan si quiera una bolsa de basura que rebelase restos de comida, pero en cambio abrí la nevera por simple curiosidad, y vi muchos cartones de zumos de distintos sabores, la mayoría casi terminados y se me escapó una sonrisa amarga. A YunHye le encanta el zumo, da igual el sabor.
Subí al piso de arriba y la puerta de la habitación estaba abierta, así que entré. En un principio esta fue la habitación en la que más me costó decidirme, había comprado una sola cama queriendo que esta casa fuese algo que pudiésemos compartir los dos. Juntos, no cada uno por su lado. La cama estaba intacta, no había ni una sola arruga, ni una marca de que alguien hubiese estado durmiendo ahí, pero en cambio, las flores que dejé en el centro un día antes de darle las llaves del piso a YunHye no estaban. Seguramente las habría tirado... Me senté en el borde de la cama y apunto estuve de dejarme caer del todo, pero la puerta entreabierta del armario me llamó la atención y me levanté a mirar. Había ropa. Su ropa. ¿Significaba eso que tenía pensado volver pronto? ¿Por eso no se la había llevado toda? Entonces se me ocurrió que no se iría por mucho tiempo sin sus pinturas y dibujos, así que fui corriendo a la sala contigua, la que había dejado para sus pinturas. Y efectivamente...
Mis flores estaban allí, marchitas, mustias, colocadas en un vaso largo en la mesita más cercana a la ventana, como si la luz fuese a darles vida de nuevo... Según me aproximaba a las flores, algo a su izquierda me llamó la atención y me quedé parado en seco. En la esquina inferior de la pared había un dibujo de las mismas flores que ahora descansaban muertas en el jarrón. Pero estás tenían vida, tanta que parecía que podía agarrarlas con mi mano y olerlas. Y... se me paró el corazón cuando leí la frase que lo firmaba.
"Tú..., mi casa." Dejé que se me abriese la boca y que por ella saliera un gemido ahogado. Doblé las rodillas y me senté en el suelo mirando la pared, leyendo una y otra vez esas 3 palabras, hasta que no pude ahogar ni más gemidos ni más suspiros y rompí a llorar como no había llorado nunca, como un niño, como alguien a quien le han robado la vida.
Después de un interminable vuelo de 11 horas llegué a París. No había sido un vuelo fácil, y no me refiero a problemas con el avión en sí, sino que me había pasado todo el trayecto entre lágrimas y sofocos. Tras darme la vuelta en el aeropuerto y dejarle a mis espaldas fui realmente consciente de lo que había hecho. Había abandonado a Changmin una vez más, y aunque esta vez había sido por su bien en cierto modo, volvía a sentirme egoísta. Según pasaban las horas me iba volviendo más insegura y tuve varios impulsos de ponerme a gritar suplicando que me llevasen de nuevo a Seúl, pero por suerte solo les di el espectáculo a los dos pasajeros que tenía al lado con mi pequeña crisis de ansiedad. Pero finalmente, de una manera caótica había conseguido llegar a mi destino, el barrio de Montmartre.
La casa era tal como me la imaginaba, amueblada con lo más básico y necesario para ser un piso de estudiantes. La cocina era donde hacíamos vida la mayor parte del tiempo, tenía una mesa grande en la que además de comer aprovechabamos para charlar y estudiar en conjunto. Y las 4 habitaciones estaban repartidas entre dos chicos, una chica, la señora Marie-Claire, y yo.
Marie-Claire era una señora encantadora, desde el primer día se mostró dispuesta a ayuda en todo lo que necesitase e incluso me acompañó durante unos días a dar paseos por el barrio mientras ella hacía las compras para que fuese ubicándome en la ciudad. En casa ella se encargaba de cocinar, de lavar la ropa y de limpiar las zonas comunes, aunque luego terminase ordenando el resto de habitaciones también. Y todo a un precio increíblemente bajo. Y al igual que ella, mis compañeros me recibieron como a una más en seguida. Jacqueline, una chica de 23 años estudiante de ingeniería me enseñó entusiasmada los lugares de fiesta nocturnos. Alfred, estudiante de último año de medicina, no tenía mucho tiempo para pasar con el resto, así que no podía decir de él mas que era el prototipo de belleza francesa. Y por último, y con el que más amistad hice en parte porque era con el único que me entendía bien, Oliver. Al igual que yo era extranjero, y había venido desde Inglaterra hacía dos años para estudiar arquitectura. Y al poco tiempo de estar allí, cuando nos conocimos un poco más y se enteró de mis propósitos, me consiguió una prueba para un trabajo en la misma cafetería donde trabajaba él los fines de semana.
No había sido nada fácil, pero sin darme cuenta, había pasado ya un mes allí.
Había conseguido el trabajo de la cafetería con turno de media jornada, así que el tiempo que tenía libre lo invertía en dar paseos por la ciudad, que cada día me hechizaba con algo nuevo. Pasaba mucho tiempo en el Sena, a veces oscurecía y no me daba cuenta y después tenía que dar un largo paseo para volver a casa. Pero me encantaba, descubría nuevos y maravillosos rincones. Sabía que era una ciudad con numeras opciones para el arte, y en especial para la pintura, por eso me decanté por ella, pero al tiempo de estar allí, me enteré de que Montmartre era conocido como "el barrio de los pintores", y los improvisados mercadillos en estrechas calles llenas de cuadros con todo tipo de personajes como sus autores hacían honor al nombre.
Tal vez un mes era poco tiempo para tomar decisiones y empezar a pensar en el futuro, pero lo cierto era que no me servían los paseos por callejones y las largas tardes en el río para sentirme completa. Todo lo que podía llenarme lo había dejado bien lejos...
Y por cosas del azar, mi destino cambió por completo una mañana en el bar. Llegué a mi turno y Oliver corrió hacia mi emocionado enseñándome un cartel de una universidad.
-¿La universidad? Traducemelo, no lo entiendo...-le pedí después de intentar averiguar por mi misma lo que ponía.
-Es un curso especial de pintura, en la Universidad de París.
-¿En serio? ¿De pintura? Lee, ¡lee más!
-No pone gran cosa... Empieza en una semana y tienes que solicitar la información en...-comenzó a murmurar en Francés muy deprisa con cara de concentración. No pude comprender lo que decía, pero después de pensar por unos segundos me habló a mi.- Sí vale, sé donde es. Puedo acompañarte si quieres.
-No sé...
-Por informarte no pierdes nada.
-Será muy caro...
-Pobrecita, ¿no tienes dinero verdad?...-dijo mirándome incrédulo. Era el único que sabía un poco más de mi vida hasta el punto de tener alguna idea bastante acertada sobre quienes eran mis padres y a qué se dedicaban.
-Está bien... ¿Vamos esta tarde?
Me sonrió por toda respuesta y segundos después el encargado nos estaba metiendo prisa para ponernos a atender y servir las mesas.
Después de haberme apuntado al curso especial de pintura de la Universidad de París, Oliver me pidió que le acompañase a hacer unas compras y así aprovechaba para comprar lo que yo necesitase para las clases. Había estado un poco dubitativa a la hora de apuntarme, pero no por falta de ganas, sino lo que me echaba para atrás era principalmente el idioma. En este mes había mejorado un poco pero ni de lejos para comprender clases enteras en francés... Oliver me aseguró que después de la semana intensiva que me darían entre él y Jacqueline el idioma ya no sería un obstáculo que usar como excusa. Y efectivamente, la semana se pasó volando entre el trabajo y los ratos que me dedicaban a intentar que mejorase sobretodo la pronunciación, el resto no era cosa de unos días.
Y la semana de preparación llegó a su fin. El despertador había sonado hacía unas horas y el autobús acababa de ponerse en marcha llevándome a mi esperado curso. Tardé veinte minutos aproximadamente en llegar, y aunque iba un poco justa de tiempo me detuve a mirar con atención los edificios que formaban las distintas facultades. Según sabía, esta universidad era una de las más recientes de la ciudad, reformada hacía algunos años. Tenía un estilo moderno aunque seguía conservando un toque antiguo. Entré en la facultad de humanidades, donde se impartiría el curso y me sorprendió no ver a muchos alumnos hasta que recordé que estábamos en verano y que los universitarios también tenían vida. En el único sitio en el que se veía más gente era en las distintas bibliotecas que encontré en mi paso hacia el aula 103, donde tenía que dirigirme según el papel informativo que sujetaba en mis manos. Subí unas escaleras de mármol y la encontré de frente. No era para nada lo que había imaginado. Era pequeña, aunque abarcaba 6 o 7 mesas grandes de trabajo según conté a simple vista. Unas pequeñas mesas llenas de botes de pintura y pinceles recorrían toda la sala pegadas a la pared de azulejo blanco. Y unas ventanas enormes abiertas del todo dejaban entrar la luz casi hiriente de la mañana. Había ya alumnos sentados, algunos en parejas y otros solos, y a mi me ganó la timidez y me senté en la última mesa de la derecha. Tras unos minutos la clase se llenó y todos esperábamos impacientes a que entrase el profesor. Las dos chicas que se sentaron a mi lado comenzaron a hablar entre ellas, y cuando se dirigieron a mi conseguí decirles que no era francesa y que aún no entendía bien el idioma, así que una de ellas se ofreció a ayudarme y traducirme como pudiese. Cuando estaba agradeciéndole, una mujer de avanzada edad entró en el aula acompañada por un hombre más joven y todo el mundo se quedó en silencio esperando a que hablasen.
-Buenos días alumnos. Mi nombre es Emilie Beaumont, como algunos sabéis y voy a... -primer punto que me perdí del discurso. Miré hacia los lados con nerviosismo y capté la atención de mi compañera, que me sonrió y comenzó a explicarme en un inglés con algo de dificultad lo que la profesora iba diciendo.
Estaba haciendo un resumen del cursillo, duraría 20 días y se dividiría en tres niveles de técnica de dibujo: Dibujo lineal, dibujo gestual, y volumen y modelado. También me enteré de que la mayoría de los alumnos, excepto yo y otros dos chicos, eran alumnos de Bellas Artes en esta misma universidad y con esta misma profesora.
-Y la sorpresa de este curso, y lo que lo hace especial, es la colaboración de mi buen amigo Hugo Lambert, a quien por su puesto todos conocéis.
Sarah, mi compañera se quedó con la boca abierta cuando se dio cuenta de lo que me había dicho. Al igual que el resto de la clase, que veía con la boca abierta como el hombre que había entrado con la profesora se levantaba de la mesa en la que estaba apoyado y se ponía a su lado para presentarse. Aunque por lo visto no hacía falta. Era uno de los pintores más reconocidos de Francia, sino de toda Europa, y por su puesto, era una cosa más de la que yo no tenía ni idea.
Hugo Lambert. No podía creerme que hasta ahora no le hubiera conocido ni a él ni su trabajo. Era sorprendente la cantidad de cosas que había aprendido de él en las dos escasas semanas de curso que llevábamos. Entre él y la señora Beaumont se encargaron personalmente de los alumnos en cada práctica que hacíamos y yo tuve la suerte de dar con él en casi todas. Se mostraba paciente con las torpezas y fallos y comprensivo con las propuestas que de vez en cuando salían tímidamente de la boca de algún alumno. Nos contaba anécdotas que había tenido con alguna de sus obras, consejos que le habían dado cuando aún era un joven aprendiz... En general, nadie diría que era un reputado pintor, como descubrí en internet después del primer día de clases. Era una lástima que el cursillo se estuviese acabando, pagaría todo el dinero del mundo por seguir recibiendo sus consejos.
Cuando quedaban tres días para terminar y la clase se había acabado, Lambert me pidió que le esperase fuera para hablar. Con los ojos abiertos como si mis párpados se repeliesen el uno al otro, asentí con la cabeza y salí preguntándome qué querría decirme. Tras unos segundos salió con la profesora Beaumont y se despidió de ella al pie de las escaleras. Los pocos alumnos que quedaban en el pasillo se marcharon con ella y nos quedamos solos, lo que me puso aún más nerviosa y confusa.
-Perdoname, ya estoy contigo.-me relajé al ver que me habló en inglés. Le dediqué una sonrisa como respuesta y esperé ansiosa a que continuase.-Verás eh... Iun...e?
-YunHye...Sí.-Me había dado cuenta de que los franceses no terminaban de pronunciar bien mi nombre, pero no me disgustaba del todo cómo sonaba cuando me llamaban ellos, "iune" .
-Iune, bien. ¿Vas a quedarte mucho tiempo en Francia?
-En realidad no lo sé, señor.
-No no, nada de señor por favor.-dijo con una sonrisa echándose el pelo hacia atrás como si estuviese reafirmando su juventud.- Te pregunto esto porque tengo una propuesta que hacerte.
-¿A mi?-dije sobresaltada.
-Sí, a ti. Quiero que trabajes conmigo.
-¿Có...? ¿¡Qué!?-Seguramente estaba pareciendole estúpida con estas contestaciones que parecían más procedentes de una piedra que de una persona. Pero realmente... estaba alucinando.
-Necesito alguien que me eche una mano, mi secretaria se ha fugado y bueno... Soy un desastre, no se manejarme solo.
-Ah...-Bueno, ser la secretaria de Hugo Lambert estaba mejor que ser la camarera de una cafetería de barrio...
-A cambio puedo ofrecerte algo.
-¿Eh? ¿Qué?-Otra vez los monosílabos...
-Claro no pensarás que sería gratis... Verás lo que necesito no es exactamente una secretaria...-dijo cogiéndome del brazo ligeramente para indicarme que comenzase a caminar.-sería más bien una ayudante, si eso. Tú me ayudarías a mi con mi agenda, mi galería y todos esos royos, y yo te lo pagaría con clases.
-¿Cómo dice? Está...¿¡Está hablando en serio!?-estuve a punto de caerme al tropezar en un escalón, pero por suerte y rapidez de Lambert no terminé en el suelo dejando una imagen aún más patética de mi misma.
-Nunca hablo del todo en serio, pero sí...-dijo sonriendo.
-¿Usted... darme clases a mi?
-Si aceptas...-se paró al final de las escaleras y se volvió totalmente para mirarme de frente.-Piensatelo, aún quedan unos días de cursillo. Tomate el fin de semana para pensarlo. Esperaré el sí, eh?-Me guiñó el ojo mientras me señalaba con el dedo índice antes de darse la vuelta y marcharse.
Yo no tenía mucho que pensar. Ni en mis mejores sueños había podido imaginar algo así. Yo siendo la ayudante del mejor pintor que conocía... Bueno, del único que había conocido nunca.
Pero de todas formas... Eso no sería solo por unos cuantos días, y yo aún no tenía ni idea de qué quería hacer con mi vida. Habían pasado casi dos meses desde que me marché de Corea, pero aún notaba todo muy reciente, como si hubiera sido ayer. No estaba cómoda en Francia, a pesar de que todos me trataban bien y me había conseguido integrar de algún modo, a todas horas me acompañaba un inmenso y frío vacío. Aunque mi cuerpo hiciera cosas mi mente no estaba con él, no estaba donde tenía que estar. Se centraba en ese vacío, en mitigar el dolor que provocaba en forma de pinchazos en el pecho.
Por cosas de la vida, cuando iba de camino al autobús después de salir de la universidad, la casualidad quiso echarme un pequeño cable al acercarme a una chica que estaba parada en mitad de la calle repartiendo publicidad. Cogí el papel que me dio por compromiso, ya que seguramente no entendería lo que pondría. Lo miré por encima y al instante captó mi atención. Había una foto de un hombre montando a caballo equipado para competir, y una lista de varios nombres en letra muy pequeña. Seguí mirando y busqué en mi cerebro la traducción a lo que quería decir el encabezado de la hoja, y entre que lo encontré y que mis ojos fueron directamente a parar en un nombre de la lista, mi corazón empezó a latir como si quisiera salirse de mi cuerpo.
Subí las escaleras del portal de dos en dos y abrí la puerta casi a golpes para ir corriendo directamente a la habitación de Oliver.
-Dime que significa esto, ¡corre!-le puse el papel encima de los libros que tenía abiertos en el escritorio y le miré ansiosa.
-¿Qué te pasa? ¿Qué es?
-¡Dime qué pone!
-Es... Es una carrera de caballos.-dijo extrañado cogiendo el papel.
-Oh Dios...-dije llevándome una mano a la cabeza.- ¿Aquí, en París?
-No, en Deauville.
-¿Eso donde está?-pregunté casi sin aliento.
-Algo lejos. Mira...-se levantó y fue hasta el mapa de Francia que tenía colgado junto a la cama y señaló la costa oeste de la península.-Aquí.
-Es este fin de semana, ¿verdad?
-Aham.
-Oye y puedes...¿Puedes decirme si aquí pone...? ¿Qué nombre pone aquí?-Estaba segura de lo que había visto, pero aún así me acerqué y le señalé uno de los nombres de la lista para comprobar que no me había vuelto loca del todo y que aún no tenía alucinaciones.
-Eh... ¿Kim Chang...min?
-Sí. Kim Changmin.-dije confirmando lo que ya sabía.
Sentía ganas de devolver, como si mi cuerpo quisiera expulsar la reacción que se había formado del choque entre el frío que me invadía y el calor que ansiaba, que habiá vuelto como una ráfaga de viento trayéndome recuerdos y sensaciones.
-Ey. Eo...¿Dónde has ido?-Oliver chascó los dedos frente a mis ojos despertándome de donde había ido a parar.- ¿Por qué estás tan blanca?¿Qué es ese interés por la hípica?
-Nada, no te preocupes.-Cogí el papel de sus manos y me dirigí a la puerta.Volví sobre mis pasos y me giré para hacerle de nuevo una pregunta.-¿Cómo puedo ir hasta allí?
Él me miró tras varios segundos y debió comprender que no era momento de hacerme un interrogatorio, así que me dijo que había autobuses y trenes, pero que lo primero era más barato.
Más tarde, cuando todos terminamos de recoger los platos de la cena y nos marchábamos cada uno a su cuarto, Oliver me paró antes de entrar en mi habitación y me dio un papel que sacó de un sobre.
-¿Un billete de autobús? No me digas que me lo has comprado, porque...
-Sí. Te lo he comprado.-dijo sonriendo orgulloso.
-Te voy a matar.
-¿Y no me vas a dar las gracias antes?
Le sonreí y le pasé un brazo por los hombros como forma de pequeño abrazo, a lo que él se retiró enseguida con una sonrisa nada convincente y se dio la vuelta sin decir nada más, ni si quiera su habitual y cariñoso "buenas noches".
Estaba en la estación de autobuses de París, esperando a que el mio arrancase de una vez. Llevaba diez minutos esperando... Deauville estaba a dos horas en coche a un ritmo normal, y contando con la velocidad del autobús y las paradas que tendría que hacer, tardaría mínimo cuatro. Había sido una escapada repentina y no me había dado tiempo a buscar un alojamiento ni a enterarme de cómo sacaba las entradas para entrar al hipódromo, tan solo sabía dónde estaba y a qué hora eran las carreras. El resto... sería improvisación. Además de hacerme el favor de regalarme los billetes de autobús, Oliver había conseguido cambiar nuestros turnos en la cafetería para que al final yo quedase cubierta en todo momento. Tenía que pensar en cómo devolverle todos los favores que me estaba haciendo...
Me dormí unas cuantas horas, y cuando desperté ya habíamos entrado en Deauville, así que por suerte el viajecito no se me hizo tan largo como temía. La estación de autobuses consistía tan solo en una marquesina junto a un hostal/restaurante.
Vale. Ya estaba en Deauville. ¿Y ahora qué?¿Cómo llegaba al hipódromo? Estaba parada en medio de la nada, rodeada por montañas, y aunque no parecía un sitio desalojado, ya que había varios turistas como yo que se habían bajado ahí, y mucha gente entraba y salía del hostal, me asusté un poquito al verme allí sola. Era la segunda vez en muy poco tiempo que tenía la sensación de estar perdida.
Decidí entrar al hostal y pedirle a alguien que me indicase cómo ir. Subí las escaleras arrastrando la pequeña maleta que me había visto obligada a llevar, y la claridad del hostal me hizo parpadear varias veces. Por fuera tenía una apariencia bastante austera, pero por dentro parecía totalmente un restaurante de lujo. Después de tener la mala suerte de dar con gente que no entendía lo que quería decir, le pregunté a una camarera de mediana edad que con un tono bastante seco me dijo que había una parada de taxis a la vuelta del restaurante. No me dejó agradecerla y se dio la vuelta corriendo a una de las mesas. La miré como se alejaba y salí del bar ahorrandome una grosería pensando que un mal día lo tenía cualquiera.
Le pedí al conductor del taxi que esperase unos minutos, mientras yo me acercaba a la oficina de información del hipódromo para sacar las entradas y de paso preguntar por un hotel para pasar la noche. Había uno a tan solo 5 minutos, así que pagué el taxi y me dirigí hacia él.
Ya tenía sitio donde dormir, las entradas para la hípica, y ahora solo tenía que esperar hasta las 6 de la tarde para la primera carrera. Le mandé un mensaje a Oliver diciendo que ya había llegado, tal y como él me había pedido y después busqué una biblioteca, sala de informática o algo parecido dentro del hotel. Desventajas de no tener un propio ordenador... Pregunté en recepción y me indicaron un salón de juegos con ordenadores y acceso a internet. Estaban todos vacíos, seguramente el resto de huéspedes estarían comiendo, así que aproveché para recostarme cómodamente en el sillón. Abrí el ordenador y en el cuadro de búsqueda de internet probé poniendo: "hípica-Corea", pero había demasiados resultados y dudaba que alguno me sirviera. Puse "Kim Changmin hípica", y me salieron algunos artículos interesantes. El primero que encontré era de al menos 3 años atrás, y tan solo le nombraban comentando su participación en algunos campeonatos nacionales y señalandole como joven promesa de la hípica. La siguiente página era de la Federación Coreana de Hípica, ahí tenía que haber algo más de información. Y efectivamente, el encabezado y última noticia era la participación de Changmin en el campeonato de Deauville, anunciando a la vez su regreso a las carreras de caballos. Pinché en el artículo y vi que tan solo eran unas cuantas preguntas y algo de información personal.
Decían como introducción que era un Jockey coreano de 19 años y que con tan solo 7 años se sumergió en el mundo de la hípica ganando su primera carrera con 11 años, para dejarlo unos años más tarde. Y ahora, 3 años después de abandonar, volvía para el campeonato de "Jóvenes Jockeys del Mundo."
Leí todo esto por encima queriendo pasar rápidamente a leer lo que había dicho en la entrevista.
-"¿Cómo te has decidido a volver a las pistas?"
-"Era algo que quería hacer hace mucho tiempo, durante estos años me he arrepentido de haber abandonado y creo que esta ha sido la mejor oportunidad para volver, he terminado mis estudios en el instituto y puedo centrarme más en lo que realmente quiero."
-"¿Cómo enfrentas el campeonato?"
-"Con muchas ganas, sobretodo. Sé que va a ser difícil y que la competencia es muy buena, pero desde hace un tiempo siento más ganas de volver que nunca, y aunque no consiga todos los éxitos que me he propuesto, quedaré muy satisfecho simplemente viendo y demostrándome a mi mismo que he sido capaz de... afrontar esta prueba."
-"¿Y no crees que 3 años parado ha sido demasiado tiempo tal vez?"
-"Nunca he estado parado. Desde que tenía 7 años y hasta ahora, aunque no haya competido, he seguido montando a caballo y entrenando, especialmente durante este último mes, después de decidir mi regreso."
-"Entonces seguro que nos dejarás en buen lugar. Seguiremos a tu lado durante esta tu nueva aventura, mucha suerte."
-"Gracias. Gracias."
La página tenía más enlaces para el resto de participantes, pero a mi eso me daba igual. Cada día de estos dos meses que habían pasado ya desde mi marcha había estado preguntándome qué estaría siendo de él, qué estaría haciendo. Y ahora me alegraba de que hubiese elegido volver a su pasión por los caballos y centrarse en volver a competir.
Cerré el ordenador y de camino a la habitación paré en la cafetería y pedí un sandwich del que sólo me tomé la mitad sentada en la cama. Después, el resto del tiempo que me quedaba hasta la primera carrera, lo dediqué a dormir.
Sabía que a este tipo de eventos había que ir con ropa de etiqueta, así que el día anterior había metí en la maleta un traje de falda y camisa que había escogido pensando en mi madre. Al fin el protocolo que había intentando inculcarme servía para algo... Al llegar al hipódromo vi que la mayoría de mujeres llevaban una pamela, pero a mi eso me parecía exagerado y sólo me recogí el pelo en un improvisado moño.
Una vez sentada en mi asiento en la grada, y durante el camino hacia ella, no paré de mirar hacia todos lados en busca de algún símbolo que me dijera que ahí estuviese Changmin, pero no le vi hasta casi empezada la carrera, cuando avanzaba hacia su caballo. Y el corazón me dio tal vuelco que pensé que se me saldría del cuerpo y llegaría hasta él.
La carrera empezó y terminó un rato después sin que me hubiese enterado de quien iba ganando o quien perdiendo. No había podido quitarle el ojo de encima a Changmin. Nunca le había visto realmente montar a caballo, siempre que me llevaba con él a su hípica se dedicaba a dar cortos paseos o a hacer que los diera yo. Ahora parecía que las patas del caballo eran sus piernas, que estaba metido completamente en la mente del caballo, y el animal en la suya, ahora entendía esa compenetración con su caballo Bansi de la que me hablaba, ahora podía comprender el por qué de ese brillo tan especial en sus ojos al hablarme de él... Estaba viviendo en primera persona un momento único y aún desde la distancia pude apreciar de nuevo ese brillo tan mágico.
Debió ganar, porque pusieron su nombre junto a un 1 en la posición más alta de una tabla con otros 8 nombres. Según había escuchado a lo largo de la carrera del resto de aficionados iba el primero en la calificación. Se referían a él como "ese chico coreano" y entonces no podía evitar sonreír pensando que era MI chico. Aunque no lo fuese.
Todo el mundo se levantó cuando terminó y comenzaron a hablar los unos con los otros de cosas de "la clase alta" e inconscientemente pensé en mi madre, estaría encantada de estar aquí. Pero yo me sentía nerviosa estando a la vista de todos, a la de Changmin, quien podría aparecer en cualquier momento y aún no me sentía preparada para encontrarmele de nuevo. Así que anduve todo lo rápido que pude para salir y una vez estuve fuera tampoco me sentí a salvo así que di un paseo hasta el hotel que más podría haber sido una carrera. Sólo cuando estuve en la habitación me sentí completamente tranquila.
El día siguiente, hasta después de comer no salí de la habitación. Tenía pensado dar una vuelta por los alrededores hasta la hora de la carrera. Salí de la habitación y sin haber cerrado la puerta aún, escuché una voz. Ahí estaba Changmin, en la habitación de al lado, a menos de diez metros. Iba andando en dirección contraria a mi acompañado de tres personas más hablando emocionados de la posibilidad de ganar el campeonato. Por un momento pensé en gritar su nombre, pero era mejor dejar que se concentrase para su carrera. Yo continué mi camino después de asegurarme de haber cerrado la puerta, queriendo volar para que si por casualidad se daba la vuelta no me viese.
Compré el periódico deportivo en un quiosco de una plaza que encontré y fui directa a la sección de hípica. Le dedicaban varias páginas aprovechando que era un periódico local. Lo agradecí porque así podía hacerme una idea de cómo había ido el resto del campeonato, y de 7 carreras que se habían realizado en diferentes países del mundo Changmin había ganado 4 sin contar la de ayer, que entraba en la categoría de semifinal y en la que habían quedado eliminados 3 Jockeys. Dedicaban también un pequeño artículo a cada jinete que había pasado por el campeonato, y leí el de Changmin con dificultad por la cantidad de palabras técnicas que incluía, aunque, eso sí lo comprendí, era el favorito por ir primero en la clasificación al haber ganado más carreras que ninguno de sus rivales.
Se me pasaron las horas que había intentado matar y fui de nuevo al hipódromo, aunque esta vez mucho más nerviosa que el día anterior. Quería que Changmin ganase, quería verle feliz después de esa última vez que le miré a los ojos en el aeropuerto, quería saber que ese día había exagerado y que sin mi estaba y había estado bien.
La grada estallaba con vítores y palabras de asombro cuando Changmin realizaba a la perfección cada uno de los saltos con su inseparable Bansi, como adelantaba a sus contrincantes inclinándose hasta casi tumbarse en los lomos del animal, y finalmente, cómo sacó una ventaja de varios metros a sus rivales para terminar ganador de la carrera y del campeonato.
Se bajó eufórico del caballo, le rodeó la cabeza con ambos brazos dándole suaves palmadas en los carrillos y la crin y varios besos en la frente. Pero no pudo disfrutar mucho de esta alegría privada con su caballo ya que en seguida su equipo técnico saltó a abrazarle y felicitarle.
Yo me di cuenta de que estaba de pie cuando la gente a mi lado empezó a moverse. Muchos eran familiares del resto de competidores así que fueron a encontrarse con ellos mientras esperaban para la merecida entrega de premios. Yo no me planteé moverme de donde estaba, me había quedado encantada con esa sonrisa de Changmin y con esa risa que aún por encima de todo el jaleo había llegado hasta mis oídos.
Prepararon el pódium y le condujeron a él y al subcampeón hasta él. Hubo un discurso del organizador del campeonato y Changmin parecía que tenía la mirada perdida en algún sitio lejano, pero estaba escrutando atentamente a todo el mundo, como si buscase a alguien, y yo me escondí por acto reflejo. Finalmente pasaron a la entrega de premios dándole primero el suyo al subcampeón Francés, y cuando el presidente de la federación hecuestre francesa se dirigió a él, Changmin volvió a estar en el hipódromo, subido sobre el pódium, y recibiendo su trofeo de campeón del "Campeonato de Jóvenes Jockeys del Mundo."
La pista empezó a desalojarse, igual que las gradas, pero yo antes de irme tenía que hacer algo. Un impulso del que no sabía si después me arrepentiría, pero tenía que hacerlo. En lugar de dirigirme a la salida, busqué las áreas de descanso, de preparación, los vestuarios, algo que me dijera que ahí se encontraría Changmin. Vi un pasillo a la salida de los aseos que llevaba a las cuadras según ponía en un pequeño letrero, y el paso estaba restringido, pero en ese momento no había nadie por ahí. Los guardias de seguridad estarían seguramente vigilando al resto de la gente que estaba por todos lados del hipódromo. Abrí despacio una pesada puerta de metal algo oxidada y comprobé que no había nadie cerca, pero escuchaba voces así que entré con cuidado de no hacer ruido. Y por lo visto conseguí que no se me escuchase, porque Changmin, al fondo del todo, no advirtió mi presencia. No estaba solo, había una chica con él. Una chica que ya había visto antes con él en nuestras vacaciones a la playa. Estaban riéndose juntos mientras él metía a Bansi en su cuadra y cuando se dio la vuelta después de cerrar la vaya, ella le estaba esperando muy cerca. Tanto, que terminaron dándose un beso que yo no pude aguantar y salí corriendo de allí, ahora sí sin importarme si hacía ruido o no.
Llegué al hotel y hice pronto la escasa maleta parándome antes a cambiarme la incómoda ropa que llevaba. Cuando ya lo tuve todo guardado, busqué en los cajones de la mesita de noche un bolígrafo y un papel sobre el que escribir y me senté en el borde de la cama apoyándome en las piernas.
"Changmin... soy yo, YunHye. Me enteré de la competición y... aquí estoy, aunque te sorprenda. En realidad esta nota es para despedirme, te he visto y sé que estás feliz. Eso es todo lo que necesitaba saber... Me alegro mucho por ti, mucho. Cuídate, por favor."
Salí de la habitación tirando antes las llaves sobre la cama, y me dirigí a la habitación de al lado, a la suya, para colar el pequeño papel por debajo de la puerta. Y me alejé de su vida, otra vez. Pero teniendo la horrible sensación de que esta vez, era la definitiva.
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